La calle ensordecedora vocifera a mi alrededor.
Alta, delgada, de luto riguroso, majestuoso dolor,
una mujer pasó, alzando, balanceando,
con elegante mano el dobladillo y el festón;
ágil y noble, con sus piernas de estatua.
Yo bebía, crispado cual desequilibrado,
en sus ojos, cielo lívido donde germina el huracán,
la dulzura que fascina y el placer que mata.
¡Un relámpago... de nuevo la noche! –Fugitiva belleza
cuya mirada de repente me hizo renacer,
¿ya no te veré más que en la eternidad?
¡En otra parte, muy lejos de aquí!, ¡demasiado tarde!, ¡acaso nunca!
pues ignoro adónde huyes, no sabes adónde voy,
¡oh tú a quien yo hubiese amado, oh tú que lo sabías!
«A una que pasa»
Charles Baudelaire, Las flores del mal
Traducción de Carmen Morales y Claude Dubois
* * *
Pobre muchacha hermosa que deprisa
hacia mí vienes al cruzar la calle
y pasas por mi lado, sin saber
que yo soy la razón de tu existencia.
Ni siquiera me ves. Y te sonrío.
Admiro tu cabello, culo y piernas.
Estás buena. Te haría muy dichosa.
Pero tú te lo pierdes con tu prisa.
Pobre muchacha hermosa apresurada.
«Times Square. III»
José María Fonollosa, Ciudad del hombre: New York
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