28 oct 2007

Una fiesta

«La víspera de la fiesta llegaron a Rechnitz 600 judíos. La condesa Margit Batthyany, hermana mayor del barón Thyssen, había cedido los sótanos del castillo a los nazis, y allí se hacinaban los presos. Unos 200 de ellos estaban en tan malas condiciones que no podían trabajar. Pasada la medianoche, el jefe local del partido y funcionario de la Gestapo, Franz Podezin, reunió a unos 15 de los invitados más importantes en una habitación al lado de donde los demás bebían y bailaban, repartió armas y munición y los convocó para matar judíos. Éstos tuvieron que desnudarse, y los invitados, casi todos borrachos, los mataron a tiros. Concluida la faena regresaron a la fiesta, donde bebieron y bailaron hasta el amanecer. Al día siguiente, varios presos judíos tuvieron que cavar tumbas para enterrar a los muertos. A los enterradores los llevaron a un matadero de Rechnitz. Podezin y el administrador del castillo, Joachim Oldenburg, los asesinaron a tiros para no dejar testigos de la matanza.»

Diario EL PAÍS, 28 de octubre de 2007

En el reportaje se recogen testimonios de algunas personas que niegan que esto ocurriera. Pero parece ser que sí sucedió. Con todo, lo difícil para mí no es creer en la veracidad de los hechos (ahí están Auschwitz, el Gulag, Ruanda, Sbrenica, etc.), lo que sigo sin comprender es qué puede pasar por la mente de una persona para cometer semejantes actos. Las explicaciones simplistas sobre los extremos a los que puede llegar la maldad humana no me valen, quizás porque los argumentos morales sean insuficientes si de verdad se aspira a entender la naturaleza de actos como éste. Supongo que seguiré dándole vueltas.

24 oct 2007

«Además, di...»

«Además, di: ¿es que no se escriben diarios íntimos a veces para llamar la atención? Se cierran con llave, se esconden, pero cuanto más cerrados y más escondidos, más fuerte piden a gritos curiosidad, interés.»

Belén Gopegui, El padre de Blancanieves


(O se cuelgan en internet y no se da la dirección a nadie.)

23 oct 2007

«En voz baja hablaron...

«En voz baja hablaron algún tiempo con Agáta y le entregaron un fajo de impresos en los que, como resultó, todo estaba determinado y prescrito hasta el más mínimo detalle: dónde y cuándo tenía que encontrarse la persona mencionada, qué prendas de vestir –falda, gabardina, cubrecabezas, orejeras, mitones, camisón, ropa interior, etc.–, qué artículos de uso personal, como por ejemplo costurero, grasa para cuero, hornillo de alcohol y velas, eran recomendables, que el peso total de la pieza de equipaje principal no debía superar los cincuenta kilos, qué cosas se podían llevar como equipaje de mano y provisiones, cómo debían marcarse las maletas con nombre, destino y número asignado; que todos los formularios adjuntos debían llenarse por completo y firmarse, que no estaba permitido llevar colchones ni otros artículos de mobiliario, ni hacer mochilas o bolsas de viaje con alfombrillas persas, abrigos u otros restos de tejidos valiosos, que el llevar encendedores así como fumar en el lugar de embarque y, en general, en adelante quedaba prohibido y que toda orden de los órganos oficiales debía obedecerse en cualquier caso de la forma más exacta.»

W. G. Sebald, Austerlitz

Traducción de Miguel Sáenz

21 oct 2007

«Si tuviera un fotolog...

«Si tuviera un fotolog, habría puesto una foto en blanco y negro de un árbol otoñalmente otoñado y la letra superñoña de una canción superñoña de un grupo comercialmente reflexivo que explicase (ante mi incapacidad para hacerlo) lo que he de sentir; y todo ello para que mis millones de amigos me pusiesen mensajes de ánimo con muchas equis y signos de admiración de cierre con los que apuntalar un ego sediento de autocomplacencia.»

18 oct 2007

Pequeñas incoherencias cotidianas

Que ni la soledad te acompañe. Enamorarse de la persona equivocada. Que la persona equivocada se enamore de uno. Una cama demasiado grande para uno. Una cama demasiado pequeña para dos. Saber pero no sentir y sentir pero no saber. Que te quieran y te dejen. Que te odien y te aguanten. Hacer daño para no hacerse daño o hacerse daño para no hacer daño. Palabras que nada dicen por silencios que lo dicen todo.

14 oct 2007

«Cuando escribo...

«Cuando escribo, me visito solemnemente. Tengo salas especiales, recordadas por otro en intersticios de la representación, donde me deleito analizando lo que no siento, y me examino como a un cuadro en la sombra.
Perdí, antes de nacer, mi castillo antiguo. Fueron vendidas, antes de que yo fuese, las tapicerías de mi palacio solariego. Mi solar de antes de la vida cayó en ruinas, y sólo en ciertos momentos, cuando el claro de luna nace en mí por encima de los juncos del río, me enfría la nostalgia de los lados de donde el resto desdentado de los muros se recorta negro contra el cielo de un azul oscuro blancuzco que tira a amarillo lechoso.»


Fernando Pessoa, Libro del desasosiego
Traducción de Ángel Crespo

9 oct 2007

«No debería uno...

«No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo.»

Javier Marías, Tu rostro mañana. 1. Fiebre y lanza

7 oct 2007

Un comienzo

Lo que sobre mí diga no se podrá basar en certezas, pues apenas las tengo en lo que a mí se refiere. Siempre ando entre suposiciones, posibilidades, hipótesis; y sobre todas ellas coloco la duda constante (o ella misma se coloca, no lo tengo claro). Así, no me queda otra que ir escudriñándome día a día, y las escasas conclusiones que voy extrayendo no es que me sirvan de mucho: al día siguiente (o a la semana o al mes) pierden consistencia, validez. Y vuelta a empezar, lo cual tiene su encanto.